Esperar un gesto, una inclinación, una mirada,
un saber que ese ser está ahí perteneciendo a tu red emocional y no a una red
superflua de causalidades aleatorias.
Un sentir, una respiración que te hace
saber que esta vez ganaste, que ganaste su cariño, que otra vez se crea esa
atmósfera tan familiar, tan real y cómoda.
Un girar y reconocer que te apoya con la
mirada, que te sostiene con las palabras
Una desilución cuando todo vuelve a la
rueda sinfín que lo sume de vuelta en una inercia conservada y limitada; una
inercia que coincide con pasados, con modelos externos, con caracteres ya
formados, pero no coincide con una realidad presente.
Nada se desenvuelve con claridad
Cada espacio puede ser de duda y cada
abrazo puede significar bienvenida o despedida.
Yo llego, y emocionada, me siento
observando que es lo que esa casa me depara ese día, a la expectativa, del
reconocimiento.
El reconocimiento que me lleva a poder
adaptarme a lo que sea que se presente ese día.
Me intento meter, querido, en tus brazos,
en los brazos suaves que me acomodan en una realidad animal, mas sana y
contenedora, un capullo suave que no requiere de ninguna característica
pre-formada.
Cuando meterme en tu casa significa que nos
desparramamos en una realidad preconceptual y toda la información se construye
en forma espiralada, fluída, desprolija y hasta graciosa.
Eso es felicidad.
Cuando la danza viene sola y nuestros
miembros corporales solo se mueven como consecuencia y las palabras no frenan,
no agudizan, no malinterpretan.
La historicidad de los hechos puede
convertir todo en una especulación constante en donde asumimos el contenido de
las palabras. Cuando las palabras no son eternamente renovables, cuando la
personalidad siempre estuvo ahí, mostrando lo que tenía que mostrar. Cuando
ahora sos vos el que proyecta y refleja una memoria, un recuerdo, una
unilateridad.
Que no existe.
Por eso ahora sos vos el que decide si
empezar de nuevo y entregarse a la conciencia lavada. Darte o no ese baño
interior que te permita volver a descubrir un campo en que el cuerpo y las
sonrisas son las mismas pero la fauna integradora de todo el organismo no es
explícita nunca. Porque vos no sabés como se siente el otro, como se siente él,
o ella, que no para de peinarse el pelo, él que no mira hacia ningun lado, el
que no para de hacer chistes, la que está loca.
La que está loca. La que está loca por
participar de una corporalidad y una fonética inconstante
La que está loca porque llora mucho.
La que está loca porque se revuelva en el
piso, te mira y se ríe.
La que está loca porque sale de tus
esquemas.
El hecho de no reparar el hecho de que
cuando algo se sale del esquema te volvés autoritario, te volvés estricto.
¿Cuál es el esquema? ¿En el arte solamente
deja de haber esquemas? ¿O la vida ese en sí misma arte?
La que está loca, el banana, el traumado,
la cheta, la borracha.
Y vos ¿en que lugar estás?
Todos son vos.
Todos son vos.
Ese pelado de ahí, te agrada, porque
reflejas algo de vos.
Esa flor te gusta porque tiene
características con las que vos coincidirías
Ese pibe que no para de hablar, te molesta
en el sentido que mas te molestás.
Te molesta todo lo que tenga que ver con
una parte tuya que no cierra con tu concepto de ser y de crear.
Algo que se choca con una corriente que es
vital y que está ahí por una cuestión de patrones, velocidades, experiencias,
huellas.
Huellas que te pertenecen.
Que hacés escurriendo esas huellas? Las
trasladas, las desquitas reflejandola en alguien que “no te cae bien”.
Separando y adjudicando a esos patrones una
mirada, la de la prejuzgación. Apartando esas realidades de las tuyas para que
no te manchen.
Todos son vos. ¿Cuando alguien puede
generarte rechazo? El rechazo es muy profundo, el odio también, no solo el
amor. Si son profundos es porque fulminan en alguna parte de tu realidad, de tu
cuerpo. Es cómodo amar al amigo y odiar al enemigo.
Sin entender por qué el enemigo es el enemigo. Despreciando una realidad,
despreciando muchas.
Enfrentarse borra la cuestión hipócrita,
enfrentarse regula las molestias y las confusiones. Enfrentarse te mece en una
mayor autosuficiencia. Creerse y serse fiel te hace sincero sin limites
reduccionistas.
Todo a tu favor, si vos querés, todo a tu favor. El pacto
crece, la flor renace.