Quizás toda esta multidimensión imaginaria de la que unx forma parte en estos momentos como el que vivencio con Espinas, termina reduciendose mentalmente en un beso con manos de canasto, como quien está dispuesto a recibir.
Pero no; de pronto, él decidió tomar sus pertenencias para retirarse de mi recinto de fantasía, sin más.
Ese hecho quebró la mentalidad, que por momentos construye sin escrúpulos, ensoñaciones corpulentas que quieren nacer, pero su existencia se anula.
Se anula por este dios circunstancia que nos excede y nos dispone a distintas realidades.
Este fin (que no lo es) despidió con Espinas una empatía transparente e intrincada con rasjuñitos en la sien, con un abrazo cálido y un poco alejado.
Se fué.
Cerré la puerta, frunciendo el ceño como por 30 segundos sin memoria.
Con una extrañeza que siempre se queda unx cuando se encuentra con estas anulaciones de espectativas.
Espectativas que rasquetean el vientre envinagrado de ansiedad prematura.
Me incliné para tenderme más allá, en mi cama destartalada de soledad, me sentí tan triste, confundida y viva que dilucidé en lo vital y azaroso que había sido este encuentro desconcertante con Espinas.
Descubrí en esa apreciación, que encarnarse en lo o concreto o insólito de la vida despide a las desiluciones o charlatismos; y frenético acepta esa fantasía que la circunstancia cruel nos propone para deshacer la historicidad de los hechos y lamer cada pánico y perdida hermosa que sostiene el universo y que es vital, valiente y única.
Desposeída oscilé entre la risa y el llanto, el herir y retribuir, tu susto y mi torpeza y me amé sin desengaños, desposeída.
Desvalijé mis miedos y pretenciones.
Y abrazandome me dormí.
¡porque sí!
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